Había una vez, porque siempre hay una vez, dos niños que estaban a punto de empezar sus vacaciones de verano…
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La pequeña oruga de vivos colores oteaba el mar desde la copa del árbol más alto del bosque, moviendo su cabecita a un lado y al otro con un gesto…
Desde fuera, el edificio se mantenía totalmente en silencio, como si no hubiese nadie. Mientras, alrededor, frente a la puerta, un montón de coches aparcados, madres y padres charlando, esperaban.…