Relato 48 horas

Ya lo he contado en la sección «¿Por qué?» un poco por encima: hace algunos años, más de los que recuerdo, que me presento al «Reto: relato 48 horas» que organiza la editorial ExLibric de Málaga.

No recuerdo cómo llegué a él; probablemente por un enlace que me mandase mi hermana, que está siempre atenta a estas cosas y se acuerda de mí cada vez que se tropieza con un concurso literario. Ella sabe de sobra lo que opino sobre la mayoría de los concursos literarios pero, aún así, me sigue mandando convocatorias, cosa que le agradezco.

De repente, este me interesó, sobre todo por el reto: escribir un relato en 48 horas partiendo de una frase que ellos se encargaban de proporcionarte (o dos, o tres, dependiendo del año), para que, a partir de ella (o de la que eligieras si había más de una opción) crearas una historia, un relato de no más de 2480 y no menos de 1480 palabras. ¿La única condición sine qua non? Que la frase elegida apareciera en el relato.

Reconozco que, salvo el primer año que me presenté, ninguno de los otros he conseguido tener 48 horas para el relato. Siempre me ha pillado trabajando, o con visita en casa, o con cualquier otra cosa que no me dejaba dedicar todo ese tiempo a, simplemente, pergeñar algo que fuese mínimamente interesante.

No soy capaz de recordar, así de repente, cuántos años me he presentado. A bote pronto recuerdo tres relatos, muy malos, si pienso en ellos, por cierto.

¿Y cómo lo hago? Simplemente me dejo llevar. Escucho las frases y veo cuál de ellas resuena más dentro de mí. Es posible que, teniendo más tiempo, fuese capaz de escribir algún relato con casi todas las frases que ellos han ido proponiendo para el concurso a lo largo de los años, pero teniendo sólo 48 horas, necesito que alguna me llene de alguna forma diferente o que, al menos, arañe alguna parte de mí .

Una vez elegida la frase, simplemente escribo lo primero que se me pasa por la cabeza. Por lo general, una vez escrito el primer párrafo, no suele convencerme, así que lo intento de otra forma. Tengo guardados varios comienzos que tal vez pueda aprovechar algún día…

Este año, sin embargo, de las tres frases que dieron como opciones, hubo una, por surrealista, que me llamó la atención:

De pequeña me regalaron un reloj muy extraño: tan sólo contenía 48 minutos.

Y, de repente, se me vino a la cabeza «Redención», ese trasunto de Juan Rulfo que escribí en la universidad y que aún hoy, al pasar de los años, sigue gustándome. Por supuesto que ha ido cambiando con el tiempo, pero el relato primigenio sigue siendo el mismo: un pueblo que no existe, o sí; unos habitantes que siguen existiendo en él, el Hombre de la Guadaña, los planos cruzados de nuestra realidad y de la realidad de los habitantes del pueblo, gente que conoce la historia real, otros que lo ignoran todo, un eucalipto, una tumba que nadie encuentra… Y la bruja Davinia, y Adán Cazcaleo

Entonces, con Redención en la cabeza, decidí poner al principio del todo, la frase del concurso, y seguí escribiendo:

De pequeña me regalaron un reloj muy extraño: tan sólo contenía 48 minutos.

Fue durante la segunda muerte de la abuela Davinia, la vidente, como la conocían todos.

…y, a partir de ahí, tenía que imaginar por qué morían dos veces, o qué función podía tener un reloj con sólo 48 minutos. Si no recuerdo mal, lo escribí casi de una vez, y reconozco que el resultado me gustaba. También llegué a tiempo para presentarlo. ¿Gané? No, por supuesto. Pero, ¿y qué?

Volvía a escribir algo sobre el universo Redención que, en mi cabeza, sigue creciendo y bifurcándose, y extendiendo horizontes, y épocas… En algún momento me sentaré delante de una hoja en blanco y pondré en orden todos los planos, todos los personajes, todas las historias cruzadas o no… Redención será un mundo complejo y (casi) completo. En algún momento.


Alicia mirando detrás de una cortina, la puerta pequeña.

¿Te acuerdas cuando hablamos de esta imagen? Seguro que no. Pues aquí tienes la explicación. Si clicas en ella podrás ver el relato del que hablo.

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